ENERGÍA NUCLEAR
En las reacciones químicas se producen cambios en la distribución de los electrones que giran alrededor de los núcleos, mientras que en las reacciones nucleares son los propios núcleos los que sufren cambios.
Por otro lado, en una reacción química, la masa de los productos al principio y al final es la misma, mientras que los productos obtenidos en una reacción nuclear suman menos masa que los productos iniciales.
Esta diferencia de masa sólo puede traducirse en una producción de energía: la materia no se puede crear ni destruir, solo se transforma; en este caso, en energía.
Existen dos formas de utilizar la energía nuclear: por reacciones de fisión y por reacciones de fusión.
Uno de los problemas técnicos esenciales consiste en controlar esta energía de forma segura.
Las reacciones de fisión han sido controladas técnicamente para la producción de energía. Los
combustibles empleados son determinados isótopos de
uranio o plutonio que son bombardeados por neutrones. En cierto modo, los neutrones son como la cerilla que prende el fuego nuclear.
Cuando se quiere regular cualquier proceso técnico hay que recurrir a sistemas de control, que sean lo más sencillos y fiables posibles. Por ejemplo, mediante el mando del volumen de un aparato musical podemos graduar el nivel de sonido; cuando se presiona el pedal del freno de un vehículo disminuye su velocidad según nuestra voluntad; cuando pedaleamos con más o menos intensidad podemos variar la velocidad de una bicicleta dentro de nuestros propios límites, etc.
Pues bien, ¿cómo se consigue regular la reacción nuclear en una central para que no se produzca una explosión atómica?
El sistema que se emplea para el control de las reacciones nucleares consiste en recurrir a un moderador (excepto en el caso del reactor reproductor rápido). Los moderadores son sustancias que frenan las velocidades de los neutrones y, por ello, disminuyen las reacciones nucleares y la energía liberada.
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